Visión estratégica y pensamiento sistémico: el arte de ver los árboles y el bosque a la vez
Las personas cuyos trabajos dependen del cumplimiento de objetivos, seguramente alcancen sus metas, incluso si tienen que destruir la empresa para lograrlo.
William Edwards Deming.
Hace unos meses conversaba con Laura, una mujer brillante —parte del equipo directivo de una importante empresa del sector financiero— que había asumido el desafío de liderar un proyecto de crecimiento y expansión considerable para la organización. Sentí su agotamiento y frustración mientras me decía: “Mi equipo y yo estamos todo el día apagando incendios. Trabajamos duro, pero el impacto es mínimo y los problemas siguen apareciendo como si nunca terminaran”.
Le pregunté: “¿Y si el problema no está en la cantidad de esfuerzo, sino en la ausencia de una mirada más amplia? ¿Qué pasaría si en lugar de pensar en los incendios aislados empiezan a mirar el ecosistema completo?”.
Esta conversación refleja un desafío común en muchas organizaciones: la falta de una visión estratégica y un pensamiento sistémico que permita salir del caos del día a día y comprender la organización como un todo interconectado.
Visión estratégica: una luz en lo inabordable
Imagina que estás perdido en un bosque espeso. Para encontrar la mejor ruta de salida, necesitas varias cosas: presencia plena, serenidad, una visión clara del destino y la capacidad de analizar cómo cada sendero se conecta con el resto del entorno. En el mundo organizacional, la visión estratégica y el pensamiento sistémico funcionan de la misma manera: permiten ver más allá de lo inmediato y comprender cómo las piezas del sistema interactúan entre sí.
La visión estratégica es la capacidad de anticipar tendencias, identificar oportunidades y diseñar un camino claro hacia el futuro deseado. No se trata solo de tener un objetivo, sino de comprender el contexto en el que ese objetivo se desarrollará y adaptar la estrategia conforme evolucionan las circunstancias.
Liderar con visión estratégica supone:
Gestionar, simultáneamente, tanto las posibilidades como la realidad. Enfocarnos en el largo plazo sin perder de vista la situación actual.
Desarrollar prácticas de anticipación. Identificar tendencias y patrones para prever cambios y desafíos.
Impacto e influencia. Inspirar a los equipos con visión poderosa, propósito noble, dirección clara y cuidado por las personas.
Flexibilidad. Entender que el mapa no es el territorio y ajustar los planes cuando sea necesario.
Qué aporta el pensamiento sistémico a la optimización organizacional
En el mundo organizacional, es fácil caer en la trampa del corto plazo y quedar atrapado en las urgencias. Los KPI —conocidos también como indicadores clave o medidores de desempeño o indicadores clave de rendimiento—, los plazos y la presión constante llevan a muchos líderes a enfocarse en solucionar problemas inmediatos sin preguntarse por las causas subyacentes. Esto es como tratar de tapar filtraciones sin revisar el estado de las tuberías.
Si no entendemos el sistema completo, cualquier solución será temporal y el problema reaparecerá.
El pensamiento sistémico es la capacidad de ver una organización o un problema como un sistema interconectado, en el que cada elemento influye en los demás. En lugar de analizar partes aisladas, un líder con pensamiento sistémico comprende cómo las acciones en un área pueden generan impacto en otras.
Un principio clave de la Teoría de Sistemas es que para optimizar un sistema, primero hay que optimizar los subsistemas. Es decir, no basta con hacer cambios a nivel macro sin entender cómo cada área, equipo o proceso contribuye al logro del objetivo global. Si un área trabaja con eficiencia, pero a costa de sobrecargar a otra, el sistema en su conjunto se verá afectado. El clásico ejemplo entre comercial y ventas donde cada uno empuja para su lado queriendo lo mejor para la empresa. Un líder con mirada sistémica identifica estos puntos de fricción y trabaja en mejorar cada subsistema sin perder de vista el todo.
Este enfoque permite:
Detectar causas raíz en lugar de abordar solo síntomas superficiales.
Prevenir efectos secundarios negativos al tomar decisiones.
Promover soluciones sostenibles en lugar de respuestas rápidas, pero ineficaces.
Definir el objetivo global y colaborativo de todas las partes del sistema, más allá del rol específico que les toca jugar.
Fomentar la colaboración entre equipos y áreas funcionales.
Liderar con visión estratégica y pensamiento sistémico
Liderar con una mirada sistémica y estratégica significa cambiar la forma en que tomamos decisiones. Te muestro ocho claves prácticas para hacerlo:
Mostrar un futuro al que todos quieran pertenecer: Proponer, compartir y coconstruir una visión poderosa e inspiradora, con amplitud y detalle.
Observar patrones en lugar de eventos aislados: En vez de reaccionar a cada crisis, preguntarnos qué patrones se repiten y qué los está generando.
Pensar en interconexiones: Cada decisión afecta múltiples áreas. Antes de implementar un cambio, reflexionar sobre sus impactos a corto y largo plazo.
Optimizar subsistemas para mejorar el sistema global: Identificar qué áreas o procesos clave pueden potenciar el desempeño general y enfocarse en su mejora sin generar desajustes en el resto del sistema.
Involucrar diversas perspectivas: Nadie ve el sistema completo por sí solo. Escuchar a diferentes actores nos da una visión más rica y profunda.
Fomentar el aprendizaje continuo: Los sistemas evolucionan, y lo que funcionó ayer puede no servir mañana. Un líder estratégico es, ante todo, un aprendiz permanente.
Fomentar el pensamiento crítico: Incentivar a los equipos a cuestionar supuestos y considerar distintos ángulos antes de tomar decisiones.
Crear una cultura de colaboración: Facilitar la comunicación entre áreas para que todos entiendan el impacto de sus acciones en el sistema global.
Construyendo el futuro con intención
Las organizaciones que prosperan no son las que reaccionan mejor a los cambios, sino las que los crean o los anticipan y adoptan con inteligencia. Como líderes, nuestro mayor desafío no es solo resolver problemas, sino diseñar futuros posibles y coconstruirlos con otros.
La semana pasada, meses después de nuestra última conversación, me encontré con Laura y me dijo: “Logré parar y salir de la carrera sin fin de tratar de apagar incendios. Rediseñamos algunos procesos y con el equipo invertimos tiempo de calidad en conversar con las diferentes áreas para encontrar aquello que nos importa a todos cuidar e identificar lo que ayuda, lo que no y lo que podemos acordar para lograr el objetivo de mejor manera. Ahora entiendo que al intervenir el sistema, los problemas no solo se resuelven, sino que dejan de aparecer los de siempre para dar paso a nuevos desafíos”.
Lo potente de la visión estratégica y el pensamiento sistémico es que nos permite dejar de vivir en piloto automático y empezar a liderar con intención y consciencia para alcanzar los resultados deseados, cuidando las relaciones y el bienestar de cada uno.
El pensamiento sistémico y la visión estratégica no son habilidades estáticas, sino prácticas que se perfeccionan con el tiempo. Cada vez que me siento atorada en algún punto, suelo preguntarme: ¿Qué no estoy viendo? ¿Qué pequeños ajustes o acciones podría empezar a hacer para ampliar mi mirada, transformar mi liderazgo y buscar soluciones más efectivas, integrales y sustentables?
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